jueves, febrero 10, 2011

Casi accidente...

"Son casi las 4 de la mañana y he despertado con un estruendo y salto en el bus y en un segundo tomo el brazo a mi amiga que está a mi lado dormida y me digo mentalmente "hasta aquí llegamos", el corazón se me acelera, mi piel se eriza en un segundo, mis lagrimales se inundan y me duele el pecho porque está nuevamente contraído, mientras el bus sigue entre salto y salto bajando la velocidad, mientras las mujeres gritan despavoridas dentro del mismo.
Cuando se ha detenido y me preparo a levantarme del asiento, me doy cuenta que me duele la pierna, la miro, y está un poco enrojecida, no le doy importancia y camino hacia la salida. Cuando bajamos puedo observar  que el neumático derecho delantero es solo una piltrafa que parece una escoba por sus miles de cerdas sueltas y el chofer solo dice que se reventó el neumático, que gracias a Dios estamos vivos, porque aun el asfalto está mojado por las lluvias que trae el invierno Boliviano.
Bueno, hay mucha gente comentando, mientras yo me alejo un poco, y siento la humedad de nuevo en mi piel, como el aire acondicionado lo disfrazaba todo y ahora comienzo a sentirme  pegajosa; la noche se ve increíble, parece que solo debo tener una escalera para tocar las estrellas y el aroma a hierba se apodera de mi olfato; agudizo mi oído y siento de nuevo esa melodía indescriptible, conjugado a los relámpagos que hacen gala de la iluminación que me permite ver que estoy en plena selva Boliviana. Bajo la vista y puedo ver cantidad de insectos que pasan como personas en un metro cualquiera, rápidos y aglomerados, hormigas mutantes, saltamontes que saltan más alto que yo misma, mariposas nocturnas que se posan en mis hombros desnudos, y un sin fin de especias que ni si quiera pensaba existían.
Así transcurre una hora completa, descifrando a qué animal corresponde tal sonido, observando los contrastes y cambios de la selva con cada estruendo, el movimiento de las hojas de cada planta y destello de luz que brindan los rayos. De pronto comienza mi regreso al lugar de los  hechos; ya las mujeres y los niños se han cansado de esperar, así que yacen en el suelo, acostados y dormidos, como en el segundo sueño, los hombres ayudan al chofer psicológicamente porque él sinceramente es un idiota que se enoja si se acercan mucho.
Así comienzo a caminar sin rumbo fijo y en un momento parezco fiera enjaulada, porque estoy un poco inquieta pues ya ha pasado una hora completa y no hay señales de que esto concluya luego. Comienza a hacer un clima un poco helado y los insectos se apoderan de la noche, me comienzan a atacar las piernas y brazos, pero creo que todas las especies son del sexo opuesto porque llevo puestos unos shorts muy cortos que hacen presa fácil a mis piernas y muslos. Me siento en el asfalto tibio y me quedo dormida, hasta que una hora después me despiertan pues dicen que el conductor ha cambiado el neumático, así que a penas pongo un pie en el bus se desata la mayor tormenta que he observado en mi vida, es como si hubiesen dejado caer un balde de gigantes proporciones con agua a la tierra, porque la lluvia incluso se filtra hacia el interior del bus.

No puedo quedarme dormida con tamaño susto y me quedo mirando los rayos que caen cada 10 segundos y me maravilla estar aquí, en este preciso lugar y momento, doy gracias al creador por que este percance no haya tenido otras consecuencias y deseo en lo más profundo del alma estar en mi casa o por lo menos con mi perro recostada en mi cama, sin temor de que algo ocurra.”

“Han trascurrido dos días desde esa inesperada pseudo-aventura y mi pierna luce un gran hematoma que va desde mi rodilla hasta la mitad mi muslo derecho, mis piernas parecen con rubéola, con marcas del festín que se dieron los zancudos y otros insectos, mis brazos están un poco mejor, pero también tienen hematomas que supongo fueron provocados ese día. Ya estamos en Santa Cruz nuevamente emprendiendo el regreso a casa, recostadas, porque nos duele todo el cuerpo y a penas escucho la lluvia caer salgo de la habitación como una loca, para tratar de disfrutarla por lo menos un par de segundos, porque en Iquique nunca llueve...  Solo a veces llueve en mi corazón"
antes del casi accidente, uno de los miles de caminos que vi desde el bus que me conducía de regreso a Santa Cruz-Bolivia

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